domingo, 24 de marzo de 2024

Las entregas (Ritos y gestos - VII), y 2ª parte



Entregas en la bendición del abad o abadesa

            El abad o abadesa son cabeza del monasterio y signo de Cristo para la comunidad monástica, padres espirituales que conducen hasta Dios. En la bendición del oficio abacial se quiere significar su misión con las entregas.




            Más numerosas y expresivas son las entregas en la bendición de abad.

            Se le entrega el libro de la Regla:

Recibe la Regla, transmitida por los santos Padres,
para que, apoyado en la gracia de Dios,
dentro de los límites de la fragilidad humana,
rijas y custodies a los hermanos
que Dios te ha confiado.

            El anillo también:

Recibe este anillo, signo de fidelidad,
para que, con fortaleza de espíritu
y con amor fraterno,
guardes a esta comunidad (a esta familia monástica).

            Se le impone la mitra en silencio y luego se le entrega el báculo.

Recibe el báculo pastoral,
y vela con solicitud por los hermanos
que se te han confiado,
y de quienes habrás de dar cuenta a Dios.

viernes, 22 de marzo de 2024

Las entregas (Ritos y gestos - VII), 1ª parte



            Son ritos litúrgicos en los cuales a determinados miembros de la Iglesia se les da algunos elementos que simbolizan o un avance en su proceso (como en el caso de los catecúmenos) o una misión específica (en el sacramento del Orden) o un signo peculiar de una vida nueva (profesión religiosa y consagración de vírgenes) o un servicio (ministerios laicales).



            Salvo las entregas a los catecúmenos, que son un rito propio de catecumenado, una celebración en sí misma, las demás entregas se hacen en la liturgia tras la plegaria solemne de ordenación o de bendición, visualizando ritualmente lo que la plegaria ha obrado en el interior de los candidatos.


Las entregas en el proceso de Iniciación cristiana

             Las entregas en el catecumenado están en el contexto del tiempo de purificación e iluminación, la Cuaresma previa a la Iniciación cristiana. Así se busca una preparación intensiva de ánimo, la formación espiritual y la instrucción doctrinal, dirigiéndose a los corazones y a las mentes para purificarlas por el examen de conciencia y la penitencia e iluminarlas con un conocimiento más profundo de Cristo, el Salvador. Y esto se verifica tanto por los escrutinios como por las entregas:

            “Las entregas, por las cuales la Iglesia entrega o confía a los elegidos antiquísimos documentos de la fe y de la oración, a saber: el Símbolo y la Oración dominical, tienden a la iluminación de los elegidos. En el Símbolo, en que se recuerdan las grandezas y maravillas de Dios para la salvación de los hombres, se inundan de fe y de gozo los ojos de los elegidos; en la Oración dominical, en cambio, descubren más profundamente el nuevo espíritu de los hijos, gracias al cual llaman Padre a Dios, sobre todo durante la reunión eucarística” (RICA 25).

lunes, 18 de marzo de 2024

La santidad que suplicamos (Palabras sobre la santidad - CXX)



            Como la santidad es don y gracia, hay que suplicarla una y otra vez en oración a Dios, pedírsela humilde y confiadamente. No es lo que nosotros hagamos, o construyamos, sino acción gratuita del Señor y de su gracia.

            En la liturgia suplicamos esa santidad; lo hacemos con mucha frecuencia en las preces de Laudes, para vivir la nueva jornada que empieza en santidad y justicia.


            Sigamos el hilo de las preces de Laudes de los tiempos fuertes de la liturgia y hallaremos unas bellas perspectivas de la santidad cristiana, esa santidad que ha de ser nuestro deseo y anhelo constantes.

´           1) En primer lugar, a Dios se le pide que nos haga santos, que nos dé santidad porque sólo de Él puede provenir, sólo Él puede regalarla. Dios es quien nos santifica: “Santifica, Señor, todo nuestro espíritu, alma y cuerpo, y guárdanos sin reproche hasta el día de la venida de tu Hijo” (Domingo I Adviento); “Tú que eres la fuente de toda santidad, consérvanos santos y sin tacha hasta el día de tu venida” (Jueves I Adv); “Tú que llamas y santificas a los que eliges, llévanos a nosotros, pecadores, a tu felicidad y corónanos en tu reino” (Viernes I Adv).

            Dios da la santidad y la conserva: “Oh Dios, que prometiste a tu pueblo en vástago que haría justicia, vela por la santidad de tu Iglesia” (Sábado I Adv); “inclina, oh Dios, el corazón de los hombres a tu palabra, y afianza la santidad de tus fieles” (Sábado I Adv).

            Es el Señor el autor de toda santidad: “Tú que te has hecho semejante a nosotros, concédenos a nosotros ser semejantes a ti” (Sta. María, 1 de enero); es la santidad participación en la vida divina: “Tú que sin dejar de ser Dios como el Padre, quisiste hacerte hombre como nosotros, haz que nuestra vida alcance su plenitud por la participación en tu vida divina” (8 de enero); es la santidad configuración con Cristo: “Señor de misericordia, que en el bautismo nos diste una vida nueva, te pedimos que nos hagas cada día más conformes a ti” (Lunes I Cuaresma).

sábado, 16 de marzo de 2024

Conocimiento propio (virtud - II)

La tarea del conocimiento propio resulta siempre necesaria y siempre actual: siempre evolucionamos, cambiamos en cosas o actitudes sin darnos cuenta; valoramos y amamos de modos distintos; respondemos de forma diferente a los problemas o circunstancias; algunas veces algo que ya teníamos adquirido lo hemos dejado enfriar o ha quedado atrofiado cuando antes esa virtud nos había costado mucho esfuerzo adquirirla. 




Es necesario entonces, como un vigilante, el conocimiento propio, que nos pone en guardia, nos avisa de cómo estamos internamente.

Este conocimiento propio es siempre una medida de una identidad  personal clara y ajustada, porque uno sabe quién es por el conocimiento real y claro que tenga de sí mismo, tal como es en la presencia de Dios. Por eso se puede afirmar que uno tiene una identidad suficientemente integrada y auténtica cuando tiene la capacidad habitual de entrar en contacto con el propio mundo interior, (San Agustín al hablar de esta experiencia se lamentaba del tiempo que había pasado “buscándote fuera”, en los sentidos, en el mundo, sin haber penetrado en su interior).   

Este entrar en contacto con el propio mundo interior se realiza por el “conocimiento interno” propio, que permite dialogar con nuestro interior y abrirse a nuevas experiencias, sin miedo, para incorporarlas e ir elaborando el crecimiento de la propia identidad. Esto puede ocurrir durante todas las etapas de la vida y otras muchas circunstancias de la vida.

jueves, 14 de marzo de 2024

Silencio en la adoración eucarística (Silencio - XXXVII)



La exposición del Santísimo, ya sea breve o prolongada, requiere el silencio que permita adorar, entrar en el misterio insondable de Cristo y rendirle el corazón. La sucesión de plegarias vocales, rosario y preces para dar inmediatamente la bendición eucarística no permite orar un rato en silencio y los documentos de la Iglesia lo corrigen.



            Siempre que se expone el Santísimo Sacramento, debe guardarse un rato amplio de silencio para poder orar, meditar y contemplar al Señor:

            “Durante la exposición todo debe organizarse de manera que los fieles, atentos a la oración, se dediquen a Cristo, el Señor.

            Para alimentar la oración íntima pueden admitirse lecturas de la Sagrada Escritura con homilía o breves exhortaciones que lleven a una mayor estima del misterio eucarístico. Conviene también que los fieles respondan cantando a la palabra de Dios. En momentos oportunos debe guardarse un silencio sagrado” (Inst. Eucharisticum mysterium, 62).